Dedicado a la "Aela".
La última vez que la vi le regalé un dedal.
Ella se dedicaba a coser a la familia
y recibió a la postrera sombra
hilando las redes de sangre nacida,
tal y como ella siempre quería.
La última vez que la vi
sentí la fuerza de sus manos en las mías,
como una niña pequeña
que no se quiere separar de su compañía,
como una tejedora que tira de una rueca.
Y ahora, abuela,
aunque ya no me oigas,
aunque ya no me veas,
no se cortará el hilo de mi memoria
que enlaza tu voz,
tu mano,
tus telas,
tu vida.