DÍA EN EL TEATRO
No se vive el igual el teatro
cuando estás de espectador
que cuando eres tú el que lo representa,
el que le da vida.
Comenzó la apocalíptica mañana,
un veintiuno de diciembre.
En el ambiente muchos nervios.
Maquillaje, ropajes, cruces y un bombín.
Espejos y luces de camerino.
Yo recito mi guión
-parece que estuviera rezando-
mientras me cambio de ropa y me transformo en mi alter ego.
Todos están haciendo lo mismo.
¡Cuánto barullo! -Amparo por ahí en medio-
Una vez todos cambiados,
la cosa va cogiendo forma
-esto ya va en serio-.
Realizamos los últimos ensayos.
Luces de colores, música y cambios de escena,
todo rápido, porque el tiempo pasa deprisa.
No nos hemos dado cuenta y ya se oyen voces
de espectadores que esperan a entrar al teatro,
seleccionar su asiento y esperar tranquilamente.
Unas emotivas palabras de Elena
provocan emoción y alguna lágrima en nosotros.
Nos damos ánimo. Chocamos las manos. Somos un equipo.
Comienza la función.
Todo sale como estaba previsto.
La música suena, las luces lucen, los actores actúan.
La señora es buena... ¡a la porra!
Ramo de flores tristes...¡Dios mío qué tormento!
-El público está disfrutando, se nota en el ambiente-.
¡Qué curioso y qué coincidencia! Pero yo no lo recuerdo.
¡El trabajo regenera al hombre! ¿Qué pasa en Cádiz?
Yo respeto todos los fanatismos... ¡Simeón Julepe!
¿Me estás amenazando deliberadamente con esa escoba?
¿Y qué tipo de tienda? -Stella actúa sexy,
con una trompeta de Armstrong de fondo-.
La piedad, Marat, es patrimonio de los privilegiados...
La Revolución habrá triunfado.
Oscuro.
Termina la función. Saludamos al público como es debido.
Todo ha pasado tan deprisa. Y eso es bueno.
Saludamos fuera a los que han venido a vernos.
¡Lo hemos conseguido! -todos nos dan la enhorabuena-.
Las sensaciones son de felicidad, de orgullo,
de haber soltado adrenalina,
porque todo ha salido genial.
¡Cuántas emociones en un mismo día!
Esa sensación nos embriaga a todos, y desde luego,
ha sido como echar un polvo.
Manuel Fdez-Galiano