Soy el ritmo, soy la eufonía,
rectitud rítmica de la poesía.
Solo cuento chistes buenos,
no me tropiezo con los escalones
de las estrofas difíciles.
Me gusta todo lo que escribo.
Encuentro la inspiración,
da igual que lea o pinte,
que escriba o describa,
que tome drogas tristes,
o que demuestre ser un bohemio,
que sabe liarse lo verde,
rebelde de mí
que ni siquiera fumo.
Lo que importa es escuchar malas canciones,
mirar cine de hollywood,
mantener una conversación a medias,
caminar por el centro comercial,
pisar charcos o seguir
el porvenir de la corriente.
Soy una tos de un fumador experto,
una falta ortográfica de un filólogo,
soy la agradable expresión de un actor amateur,
la grata dicción de un poeta tartamudo en público.
Qué me está pasando, ¡por qué yo!,
qué le he hecho yo a las musas,
para amontonarse en mis textos,
acaso por mis honestos gestos,
mis miradas expresivas,
mis hojas limpias y mis bolis íntegros.
Quizá habla por mí la diferencia,
la decadencia de la rutina.
Ya el café me puede respirar,
ya su aroma me levanta
ya tengo el WiFi del Starbucks.
Estoy más alegre que una copla
cantada por bulería manriqueña,
con una guitarra sin cuerdas.
El cuerdo es quien la escucha.
Manuel Fdez-Galiano