Joven, profesor de Lengua y Literatura, lunático, escritor de poesía en los ratos vivos, poeta, bebedor de café, llámalo como quieras; bienvenidos a mi blog.
Besos infinitos y viciosos entre nosotros dos. Abrazos fortuitos, deseados. Lazos entre los dedos de las manos. Guiños ocultos en los ojos vistos, señuelos para ciegos cuerpos. Tactos finos por los rostros, por los cuerpos humanos y los torsos. Olorosos recuerdos, etéreos pintalabios. Somos tiempos fugitivos, eternos encuentros.
Voy escribiendo los aromas de recuerdos de armarios de fragancias escondidas de sonrisas perdidas y encontradas. Dejo constancia del olor a amor del café recién hecho, del aroma a césped recién cortado, del dulce hablar de los colores y rosales.
Dejo por testigo los sueños a un tiempo pasajeros y efímeros, infinitos parpadeos que abrazamos en la oscuridad de las palabras de las sílabas bebidas que matan la sed de vida, te escriben y te acarician.
Dibujo el amanecer en el horizonte de estas líneas, versos de tus sonrisas, y auroras boreales por tus miradas que solo brillan en la noche, solo se ven si se escuchan y me indican dónde está mi norte y mi diosa.
Amor escribe en nuestra piel no es inhumano. No tiene que ver con lo inefable; es más cercano de lo que parece. Se coge de la mano, y tiene sabor a labios y carmín, y huele a aventura y jardín de rosas, y a césped recién cortado. Suena en palabras reales articuladas desde el aire en ondas que te hacen vibrar.
Se puede ver al asomarse al abismo de unos versos dibujados sobre la piel, sobre la vida, bajo las estrellas, bajo huellas. Es breve luz que no se apaga.
No me importa vivir a bajo cero, si así consigo rimas sin un pero, tener el lujo de lucir sincero, vestir mi magia con clase y sin dinero. Me da igual parecer un esqueleto hasta morirme de hambre, si por ello estoy repleto de figuras de esta música y de enjambre. Prefiero malvivir si hace falta, para salir a la calle con ropa de marca en mis sílabas y lujo en mis pisadas, en el eco de poemas de una charca. Pasar frío en la calle y en mi casa, vestir metáforas cotidianas a la moda de cualquier rapero neoyorkino o modas parisianas. Voy a dormir en el suelo, para tocar el techo de mi poética, el jazz será mi musa y junto al funky vestirán mi estética. Tengo que convivir con mis ojeras día y noche, para que sea de alta gama la métrica de mi coche. Pedir prestado y de segunda mano el libro que me inspire, maltratar mi cuaderno donde mi alter ego escribe, conocer la suburvia, hablar la jerga contraria al declive, para expresar que la vida vive y la poesía sobrevive.
Todos guardamos secretos yo, por ejemplo, tengo un castillo en el aire que si algún día aterriza espero que no caiga encima de mis laureles donde estoy yo con una hamaca y apuntando con los pies a las nubes y la cabeza en la tierra, pero flotando. Todos contamos secretos, yo, por ejemplo, cuento muy bien los de los demás, los de mis amigos y de oídas me hago todo orejas, pero al final se me olvida. Y, claro, me queda la vida. Supongo que soy bueno en eso, callo secretos porque luego no los recuerdo, aunque mi novia no coincida. Se me olvidan las cosas sí, pero nunca la vida. Y cuando venga la postrera sombra querré decirle un par de cosas: no he venido a confesarte nada, olvida mi vida, solo quiero estrecharte la mano, mirarte a los ojos y decirte un secreto guardado: me gusta el electrolatino.
Quiero entrar en tu cabeza como si fuera un bajo sonando en tu aparato, un rap de este siglo. Quiero sonar grave en tu cerebro, tan grave que no oigas ni tus pensamientos. Quiero mover tus estímulos, mover tu cuello y que al final del verso sigas mis compases al mismo ritmo que una mano alzada al aire. Quiero que mis palabras reverberen cuervos, que exploten en tus labios al hacerme coros. Quiero ser un rap entre tus células madre, libélulas de ondas graves a ritmo de orgullo. Quiero confiar en que estas rimas viajen, algún día llegarán a tu lenguaje y pronunciarás sus partituras sin miedo y sonarán graves, tendrán estilo y sentido. Quiero estar en vuestras gorras hacia atrás, en vuestras ropas anchas, vuestras jergas. Quiero ser argot y pura palabrería, un modo de vida y entretenimiento. Quiero estar en el verso subersivo, en la revolución de los sentidos, en el grito de victoria frente al olvido, en la experiencia que busca un niño. No quiero tener que ver con las mentiras, no quiero ser codicia ambiciosa y viciosa, no quiero ser el más listo y el agudo aguijón que se clava por la espalda a las amistades más cercanas. Yo no quiero ser hipocresía de la plebe. Amante fiel, rebelde del lenguaje, estudioso de compases, es lo que quiero decirte.