que el sudor me mata;
buscando la inspiración,
por culpa del calor no se delata.
Mis manos sufren de fuego,
mis piernas sienten de arañas,
lleno el vaso de agua y bebo,
me temo que esta noche será ingrata:
no me da ni una estrella ni una luna,
ni siquiera una mísera palabra
que me abanique el cuerpo,
que me aviente la garganta,
un viento del pueblo que me cure
esta pena ajena a la desesperanza,
este bochorno propio de un agosto,
aunque estemos ya en septiembre,
el mes en el que el año empieza;
por mucho que digan, por mucho
que las autoridades lo adviertan.
Escupo otro verso de poesía,
ya no siento tanto la guadaña
de esta España calurosa.
Oigo ya las voces del grillo,
el río de los fríos mitos,
prefiero el sol del amanecer tibio,
observar la playa desde mi ventana
y mirar versos dormidos en la cama
y escribir a una mujer que está desnuda;
huele al sexo que nos traen las olas.
Manuel Fernández-Galiano Amorós
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